martes, 23 de septiembre de 2008

No soy más diferente que cualquiera de ustedes (ficción)

Solo quiero decir una frase. “La vida es una mierda”.

Recuerdo haberla escuchado muchas veces en boca de quienes alguna vez soñaron, tuvieron y luego aterrizaron de sus altares no quedándoles fuerza para volver a levantarse.

Dale, quizás debería decir porque solo una frase sin desarrollo, pero para eso deberían leer el resto de mi historia y quizás les sea muy aburrida. No por lo que ocurre en ella, sino que debido a que podría presentarme como el hermano de, el hijo de o bien el esposo de y al final todos ustedes me reconocerían, a todos ustedes les sería familiar o bien pensarían que se trata de ustedes. Y no, se trata de mí como el espejo de la gente que me rodea, como el espejo de miles de personas que de alguna manera finge ser quien es para sacar un mal provecho de situaciones normales. A veces nos pasamos de tontos y simplemente lo hacemos para sobrevivir ante el mortal empuje de la sociedad que cada vez te exige nuevas habilidades; y he ahí uno como camaleón cambiando de colores, de estilos y de formas para sentirse parte y de alguna manera ser feliz.

Okay, quizás sea mejor que parta de una buena vez para ofrecerles algo más a quien todavía está leyendo (no lo dudo, país de copuchentos y opinólogos).

Es aburrido hablar de las infancias de personajes como yo. Nacido en el seno de una familia clase media trabajadora que tuvo como gran plus el padre esforzado y responsable que logró de alguna manera escalar un poco más allá de lo que su educación no universitaria le entregó. Una infancia viviendo entre amigos que no recuerdo y en lugares de poca importancia. No les mentiré diciendo lo feliz o infeliz que fui porque a veces me sentí un poco de ambos, como todos los niños creo. No existe niño cuya infancia haya sido completamente feliz ya que cuando todo lo tiene quiere más, y al no poder tenerlo le viene la miserable sensación de sentirse vacío, sin ninguna culpa, tal cual son los niños.

Ya en la juventud todo cambia como debe ser. Las mujeres comienzan a ser amigas y enemigas, los amigos empiezan a ser compañeros de juegos y fantasías. Cuando eres joven ya no se permite soñar como el niño así que lo haces hacia dentro, pensando en como se sentiría tener los poderes infinitos para arreglar cualquier mal rato o bien sacar provecho de ciertas situaciones. Siendo joven no leí tanto como siempre leen los protagonistas de las películas o libros que nos hacían leer (de mala gana) en el colegio. Siempre odié a esos personajes que mostraban una vida extraña, rara, como si en verdad fuese necesario ser pobre, rico, feo, lindo, con clase, roto o lo que sea y aún decir frases clichés de libros que ninguno en mi familia (al menos) parece haber leído y que solo saben que existe porque estos personajes los nombran a cada rato y parecen ser interesantes.

Por eso me dediqué a ser simplemente algo, y con eso me refiero a ser una persona simple a la cual no se le temiera tanto como para estar solo pero que también fuese temible como para que no lo pasarán a llevar. Algo que todos buscan, un equilibrio inútil que nunca termina siendo tal. Es entonces bueno aprender a rutinarse en la vida, a aprender lo que es la rutina y el rigor con el que debe ser llevada.

El colegio enseña poco del mundo pero si enseña a disciplinarte, a aprender lo que es la autoridad y lo que son los castigos. En el colegio aprendes en pocas palabras lo que es la sociedad, donde hay un presidente (director) que tiene sus políticos (junta escolar) donde deciden como llevar a cabo ciertas políticas (materias de clases) para mantener monopolizado el poder a través de ciertas acciones (profesores y sus clases) a los demás que viven y gozan estando en un ambiente seguro porque saben las reglas (constitución) que deben seguir para no tener problema. Por eso es fácil, porque pasas toda la vida escolar pensando en ser alguien que al final te da lo mismo, al que renuncias por las ganas de vivir otras cosas, por quizás vivir el momento (“carpe dieum” unas de las frases mas utilizadas por mis compañeros para conquistar mujeres) comienzas a dejar de lado el aprender otras cosas que no consideras importantes. El problema es que cuando te das cuenta que ese era tu pasaje para la vida real, te arrepientes y asumes lo que te toca vivir. En resumidas cuentas la sociedad te prepara para vivir en ella, si pasaste todo el colegio viviendo una vida fútil y sin esfuerzo: Felicidades, al final del camino verás como tu armadura es de caucho versus las otras armaduras de tus compañeros de los cuales muchas veces te burlaste que relucen en plata. Bienvenido a la realidad.

Yo salí de un colegio subvencionado, con un promedio de notas normal, ni bueno ni malo. Di la prueba y me fue bien, puntaje entre 550 y 650. Por eso entré a estudiar algo que yo quisiera en una universidad pública, porque en esas se paga menos.

Mi primer año en la carrera de profesor fue buena, entretenida. Tenía esas ganas de cambiar el mundo producida por el choque estructural de pasar del colegio a la universidad. Acá nadie te decía que hacer, podías entrar o no a las clases. Había compañeros con discursos bellos y políticos como también había compañeras con bellas cosas de decir a modo de poesía o verso. Nos volvíamos locos saliendo a beber unas cervezas, piscos o ron. Claro, éramos ahora realmente jóvenes y libres, como para no poder disfrutarlo.

¿Error? Suena como que a eso voy. Sin embargo puedo decir que esos fueron años que recordaré toda mi vida. A veces de noche pienso en eso y me río solo en una vida que poco tiene de gracioso. Esos fueron años que de alguna manera marcaron mi “como siempre quise ser”: Creando, disfrutando, riéndome y compartiendo con compañeros a los cuales le brillaban los ojos al hablar de la pedagogía. Los mismos que ahora o mueren en escuelas públicas o han cambiado para mejor (según ellos) dentro de las escuelas privadas.

La vida luego del segundo año pasó demasiado rápido. Cada uno buscaba como entrar mejor a la preciada vida que te tiene preparado el destino. Algunos compañeros se retiraron buscando otros rumbos, otros cayeron presos del pánico y lucharon con todas sus fuerzas para no defraudar a los que “esperaban mucho de ellos”. Muchos entramos, pocos terminamos. Muchos eran personas, pocos terminaron pensando como éramos.

Es así que me gradúe. Con un grado de distinción. Salí con un pedazo de cartón que vale más que los demás porque tiene unas tintas que te acreditan como una persona que ha pasado seis años de su vida (lo de cinco es una mentira, porque a los cinco terminan los ramos y es el sexto donde tienes que pagar adicional para salir) encerrado bajo 4 paredes, un techo y un suelo escuchando a otras personas que ya son profesionales enseñarte como debes hacer tu trabajo. Esa distinción indica que a partir de eso yo entendía lo suficiente como para saber que eso era bueno y por lo tanto responder a esa expectativa en cada evaluación que me hacían para saber si efectivamente estaba diciendo la verdad cuando supuestamente decía haber “aprendido algo”.

Entonces me casé. Se me había olvidado contarles que estando en la universidad conocí una mujer que se parece mucho a las que ustedes andan buscando o bien ya tienen por esposa. No he hablado mucho del amor hasta ahora porque puedo decir que todo ha sido igual como siempre: Me enamoro, no me resulta, me enamoro, pololeo, peleo, desamor, amor de nuevo, luego proyección, luego porrazo al suelo, luego desamor, desaliento, amor de nuevo, no tanto amor, sexo, sexo, sexo, amor, sexo, no amor, y luego bueno… todas esas cosas en el orden que ustedes quieran.

Me casé con quien pensé que iba a ser el amor de mi vida. No les miento. Nos llevábamos increíble, habíamos viajado juntos, hablado de hijos e incluso de ir a vivir juntos. Algo de eso hubo. Cinco años de casado y nació Catalina, mi primera hija, luego vino un segundo bebé en una de esas reconciliaciones de pareja. ¿Si hice bien? No, pero Andrés, mi segundo hijo cada vez que me mira me hace olvidar de toda teoría de acto-consecuencia o esas estupideces científicas. El es mi hijo, y aunque ahora no lo vea tan seguido lo seguirá siendo, así como yo seré su padre.

Ya pueden adivinar entonces que pasó. Me separé una vez, luego volvimos, tuvimos un segundo hijo y luego nos volvimos a separar. Resulta que ella finalmente se dio cuenta que no me amaba y conoció a quien si. No la culpo, la vida es así. Yo nunca pude resolver si ella era quien yo realmente quería o no, quizás fui muy perezoso y siempre le dejé la carga emocional a ella, “socialmente es así” siempre pensé, “la mujer es la emocional y el hombre el lógico”. Luego la vida no es como las películas, el hombre separado con penas de amor no encuentra su media naranja, no se reconcilia con los hijos (los que aun me echan la culpa) ni tampoco los recupera vistiéndose de mujer y haciéndose pasar por la niñera. En mi caso le pasa lo que a la mayoría le debe pasar, veo a mis hijos dos veces al mes, para ellos es casi una carga tener que estar con su papá en vez de pasarla con sus amigos. El nuevo esposo de mi ex señora resulta que no es tan malo, o sea, no creo que nadie que haya terminado así con su señora piense que el nuevo esposo sea bueno, pero éste tipo al menos está tan enamorado de su mujer que cuida bien a los niños.

Yo me dediqué a trabajar en lo que había estudiado. Fui profesor a gusto durante mucho tiempo en una escuela subvencionada cerca de donde vivo aún (no me cambié de casa cuando mi ex mujer con los niños se cambiaron, pensé que los niños iban a tener sus amigos ahí para siempre), luego cuando pude y nació mi segunda hija pensé que era mejor ganar mas dinero por lo que acepté una antigua propuesta de una vieja compañera y me cambié a una escuela privada en el sector oriente a hacer clases. Mis estudiantes eran claramente diferentes a los primeros, eran mucho más altaneros, creían que por el gusto de pagar podían hacer lo que quisiesen. Al contrario los anteriores tenían mañas de estudio pero dado por sus condiciones de sobrevivencia, los del la escuela privada (que era school finalmente) lo hacían porque de alguna manera les aburría tener tanto.

Cuando apoyé a un compañero que había sido acusado de acosar sexualmente a una alumna, me echaron. Fue lo que detonó la primera separación. Resulta que la niña acusó a mi colega de que le habría ofrecido subir algunas notas por algunos favores sexuales. Yo sabía que la niña era un poco caprichosa (nieta de militar retirado e hija de detective) y que hace poco se comentaba que estaba embarazada. Eso a mi me daba lo mismo, pero pensé que acusar a su profesor era una excusa para victimizarse y salir sin daño ante sus familiares tan estrictos. Luché por lo que creí era justo y me equivoqué. Resultó ser que el bebé que esperaba era de mi colega y lo que había sido un acoso sexual no era tal, sino que era uno mas de sus escondidos encuentros sexuales. La niñita se había enamorado, mi colega le había dicho que eso era imposible, la niñita quería que él dejara todo y se arrancara con ella, el nuevamente le había dicho que no. En el último revolcón ella quedó embarazada y en un ataque de pánico le contó todo a su madre, una gran abogada que arregló todo y metió preso a quien no había respondido al capricho infantil de su niñita. Fin de eso y de mi vida en ese colegio.

Luego de eso, mientras hacia clases en la universidad sentí que algo me devolvía el alma. El hacerles clases a esos jóvenes (como el que yo había sido alguna vez) era más que una mera rutina, empecé a pensar en devolverles esa confianza que tanto a mi me hubiese gustado que me entregaran en esa etapa. Lo que no conté fue en las diferencias que había entre tanta generación, y pasé simplemente a ser el profesor más fácil de la carrera, todos querían tomar conmigo las clases porque sabían que pasarían (aunque algunos me dijeron que les encantaban mis clases), lo que me trajo ser el hazmerreír entre muchos colegas, hasta que finalmente renuncié con la excusa de que volvía a hacer clases a los colegios porque era mi vocación. Mentira, volví porque al menos con los estudiantes de colegio me podía hacer respetar.

En ese momento murió mi madre y al poco tiempo mi padre. Nunca fui el mejor hijo, eso se lo dejé a mis otros dos hermanos. Sin embargo me dolió verme reflejado en él. Morir solo no me daba miedo, me daba pena morir sin que mi descendencia se diera cuenta todo lo que luché alguna vez por ellos. Y en eso mismo me di cuenta que finalmente la vida es así, que te la pasas luchando y muriendo muchas veces por gente que de alguna manera tienes a cargo, son tus hijos, tus amigos, tus señoras o tus esposos. Todo el mundo, de eso estamos hechos, de momentos, de sacrificios que no llevan a nada más que al benefició inmediato y momentáneo hacia otro, cosa que te aumenta el ego en su momento pero que no sienta pilares para relacionarse con otro de manera verdadera. Sentí que el sistema estaba tan impregnado en mí que siempre busqué eso que él mismo me mostró: La foto de la familia, la sonrisa en la boca de mi esposa y las mejillas lozanas de mis hijos. Me maté en eso pensando que al final la vida sigue igual, que al final la sociedad te expulsa si hiciste algo malo, que no te da segunda oportunidades porque al final con la primera quedaste marcada.

Les partí diciendo que la vida es una mierda. ¿Se acuerdan? Y si leen todo quizás les parecerá que me estoy quejando. La verdad es que no. Siempre he sido del montón, nunca quise destacarme en nada. Aún así pensé que eso era necesario para surgir en la sociedad en la que vivo. No lo he pasado mal, he tenido grandes momentos que no he podido sostener al pasar mi vida. Lo que te marca siempre es lo negativo, por eso quizás lo recuerdo y se los muestro a ustedes, a quienes estoy terminando de contarles el relato de mi vida.

Quizás algún día me ven por ahí, caminando junto a ustedes, apretado en el metro o bien dando una moneda en algún semáforo. Quizás soy el padre de ustedes o su profesor. Lo que sí les pido es que no solo piensen en mí como un fracasado, sino que me vean como uno más, un espejo de ustedes pero que se atrevió a contarles lo que a veces no quieren saber.

Nace, se libre, se loco, prepárate, vive, trabaja, trabaja, trabaja, intenta vivir y muere.

¿Qué tan listo estás para la vorágine de las exigencias que debes cumplir para ser exitoso?

1 comentario:

Dr_Cucho dijo...

Hola Cracklos… ha pasado el tiempo desde la última vez… pero bueno, de algo que sirva internet más allá de ofrecer pornografía en cantidades industriales, tener contactos de mensajería instantánea con los que nunca hablas y verificar qué princesa/príncipe de Disney eres por facebook…
Y si, confirmo que el hecho de pasar por aquí ha resultado en una suerte de ejercicio para ver la “caja” fuera del componente anatomohistofisiológico y de la danza de moléculas que cada día entiendo menos, que entrega una cotidianidad aplastada por marcos puramente científicos…
La vida no es una mierda… es difícil… y lo es porque el ser un ente vital implica una responsabilidad muy grande para consigo mismo, tan grande que es agobiante, por lo cual es mucho más sencillo caer en la mediocridad y dejarse “llevar” por la corriente, simplemente estar y no ser real protagonista de tu propia vida… entiéndase mediocridad como la incapacidad de hacerse cargo de vivir la vida de la manera más plena posible (si, con todo lo increíblemente etéreo y subjetivo que eso suena ), pues aquel tipo docto al cual le sobra el billete y que es un esclavo de su trabajo teniendo a su teléfono celular como un apéndice de si mismo, es igual de mediocre que aquel que no tiene tantos logros pero se deja llevar por una corriente en donde quejarse de la vida es mucho más sesillo que hacerse responsable de ella …
Ya… en verdad me aburrí de dar la lata, y a esta hora no me voy a fijar si lo que escribí quedó bien o no escrito, prefiero seguir escuchando a Nirvana mientras sigo bebiendo café (todo un chico rudo noventero XD )…
Un saludo compadre, cuídese mucho…
Felicidades por este espacio… creo que se irá a mi lista de links para que cualquier incauto caiga por acá…

Nos vemos…
Suerte y éxito

Calvin and Hobbes

Calvin and Hobbes
A quien no le gustaria tener la imaginacion de Calvin