jueves, 4 de septiembre de 2008

No ver la violencia...

Alguna vez Ghandi dijo La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia.”, y tiene razón. Pero, ¿Es efectivamente posible en un mundo como el de hoy en día?


Si vemos detenidamente en que nos hemos convertido como sociedad, podríamos ver claramente que la fuerza sigue siendo la vara con la cual se miden los poderosos. Una fuerza que no solamente la enfrentamos de manera física sino que hoy en día siquiera la enfrentamos directamente. Su vehiculo, la violencia, con el cual la fuerza conduce a toda velocidad y con ojos cerrados (al menos eso hace creer), es aquello visible que todos tanto odiamos pero que al mismo tiempo lo ponemos en practica todos los días de nuestra vida. Mas que mal hay que sobrevivir en una sociedad que se violenta con aquel que tiene siempre algo distinto que decir, algo que reclamar o bien algo que exigir.


Así es la violencia, no siempre manifestándose por medio de un golpe de puño sino bien cada vez ocultándose mejor entre quienes la desatan por medio de otros medios efectivos y silenciosos.


¿Cómo la enfrenta un Trabajador Social el día a día?


Como profesión ligada históricamente a los “desposeídos” o bien a las “minorías”, se podría decir que la vivimos cotidianamente en los casos diarios de los cuales nos hacemos parte. También vivimos la otra cara de la moneda, la violencia de la exigencia de aquellos mismos que la sufren. ¿Es que acaso estaremos metidos en medio de una guerra violenta entre sobrevivir y gobernar? Y si fuese así, ¿A quien serle leal? ¿Al gobernante que nos entrega el financiamiento para ayudar o bien ser leal a quien sobrevive adoptando una posición confrontacional de autonomía hacia quien cree que lo violenta?


Tomemos en cuenta nuestro rol de trabajadores sociales, y dependiendo de que piense el lector sobre aquello lo invito a situarse en cualquiera de los dos bandos, si quiere bien puede sentarse a esperar al medio y creer que es amigo de ambos. Sin embargo, lo que no puede hacer es ponerse en una posición de que no existe tal enfrentamiento violento en una sociedad que se torna mucho mas hostil en la consecución de una mejor calidad de vida. Que por un lado los que gobiernan toman decisiones fútiles y vanas ante las problemáticas de los que gobiernan, que los gobernados en su posición de sobrevivencia deben vérselas por si solos y autogenerar sus condiciones para ser quien en un momento alcancen a probar la fuente (casi prohibida para ellos) del poder. Que por un lado el gobierno nos oculta plazos, formas y resultados de soluciones que nunca llegan y que finalmente terminan por violentarse ante una ya violentada multitud de sobrevivientes que ya no pueden esperar mas esas soluciones y salen a reclamar a las calles exigiendo una justicia que violentamente se les es arrebatada.


Ahí existe un dilema moral que el trabajador social no ha querido hacerse cargo nunca y del cual invito a pensar en pos de una gran frase de José Martí que dice “Los bárbaros que todo lo confían a la fuerza y a la violencia nada construyen, porque sus simientes son de odio”. Es así que podemos preguntarnos sobre si acaso no será que la violencia es el virus que creo este mismo sistema para solucionar sus problemas pero que nunca ha sabido como monopolizarlo. Será que la violencia es aprendida y socializada como herramienta útil para sobrevivir. Es fácil verlo en los juguetes militares de los niños, en los dibujos animados de guerra, en la ley del más fuerte propia del Bulling escolar y en pensar que uno es mejor que el otro si es que tiene más.


Yo personalmente prefiero pensar como Paul Valery y ver a la violencia como un acto de debilidad que generalmente la operan quienes se sienten perdidos. Porque sinceramente como profesión estamos ante dos posiciones cegadas sin un fin profundo al cual apostar, y eso nos hace ser exactamente como lo presagió Jose Saramago en su novela “Ensayo sobre la Ceguera”: Personas con una ceguera adquirida que no entendemos y sobre la cual solo tenemos una sola alternativa, sobrevivir a cualquier precio por medio de violentar al que tenemos al lado.


Ghandi pensó que la no violencia era el camino y murió viendo como su pueblo se destruía a si mismo por las diferencias religiosas. Aquello que no pudo hacer la violencia física lo hizo la violencia basada en las convicciones de la fe. ¿Podremos nosotros hacer la diferencia y entender la violencia como parte esencial de un sistema que tenemos que cambiar? O seguimos haciendo la vista gorda justificando la violencia (de unos) con mas violencia (de otros) sin considerarla parte de nuestra labor.


Siempre hay que recordar que la violencia es el último refugio del incompetente, lo decía Isaac Asimov y lo vemos siempre en las noticias.

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